¡Cuántas interpretaciones se hacen de estas palabras, con las que Cristo destruye la trampa que le tendían para acusarle de “evasión fiscal”! Claro está que hay que pagar impuestos para que el Estado lleve a cabo obras para el bien común. Pero esta frase es sólo una cara de la moneda. Y para entenderla bien, hay que ligarla, adosarla por completo, a la otra: “Dad a Dios lo que es de Dios”(Mc 12,17).

Algunos católicos llevados, sin darse cuenta, del “libre examen” luterano, lo interpretan literalmente como les suena o se les ocurre. Y llegan a pensar que hablar de política es pecado, porque “la política divide y confunde”.  No son capaces de entender que esto último es falso. Del pensamiento humano brotan lo mismo ideas buenas que malas, destructivas o constructivas, verdades, medias verdades, mentiras plenas,…y lo mismo sale del corazón. Por eso hay políticos buenos, regulares, malos,…y en el diálogo con “buenas personas” podemos descubrirlos.

Todos, también “el césar” -sí, también el césar-  hemos de dar a Dios lo que es de Dios (1).  Y NO DEBEMOS PERMITIR QUE EL ESTADO NOS ROBE LO QUE ES DE DIOS. ¿Y qué hay en nosotros que hayamos de dar a Dios? Toda una vida ordenada por sus Leyes (Mandamientos), que obligan también a los estados. El que no los cumple es mal ciudadano y/o mal gobernante. Muchos no comprenden esto porque no leen la Palabra de Dios, que nos dice: “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles; si no guarda Dios la ciudad, en vano vigilan los centinelas” (Sal 127,1). “Sin Mí nada podéis hacer” (Jn 15,5). Por eso dice S. Pablo que “Es preciso que Él reine” (1Cor 15,25), y León XIII pregona: “Bajo la potestad de Jesús se halla todo el Género Humano” (Annum sacrum, 25/5/mayo 1899).

Especialmente desde la Revolución Francesa, las repúblicas y el Liberalismo abrieron las puertas a gobiernos ateos o anticristianos que, creyéndose por encima de Dios, se arrogaron el derecho a cambiar las tradiciones y el destino de los pueblos. Eran y son, políticos que no sólo no dan a Dios lo que es de Dios, sino que le roban su Derecho a gobernar las naciones. Para no extenderme, sólo un ejemplo de última hora. La Junta de Andalucía permitirá que se abran los templos, pero quiere imponer que no se dé la Comunión en las Misas. Una brutal blasfemia. Como si la Eucaristía fuera una galletita, y no el Hijo de Dios Vivo, Todopoderoso, Fuente de salud y vida y no de enfermedad. ¿Vamos a estar callados? ¿Tendrán que gritar las piedras? (Lc 19,40).

Como hijos de Dios tenemos que buscar la Verdad, y propagarla, porque hemos de ser “Luz para el Mundo” (Mt 5,14). Para ello hemos de trabajar, discernir, luchar contra los que quieren apagarnos la Luz de Cristo. Él ha venido para “separar” (Mt 10, 34) la Verdad, del error y la mentira; la Justicia, de injusticia: la Gracia, del pecado. Es la labor del médico: separar de lo sano lo que se ha gangrenado. Y nosotros, por el Bautismo,  hemos de participar en esa “misión profética” de Cristo que incomoda al mundo, y nos puede acarrear “problemas”, cruces que serán para nosotros galardones en el Reino de los Cielos (Mt 5,11).

Si callamos para no complicarnos la vida, pecamos de omisión, de cobardía y de pereza. ¡Qué más quiere el Maligno que estemos callados, para que le dejemos actuar libremente, escondido! Seríamos colaboradores de los demonios si no denunciáramos a nuestro alrededor las mentiras e injusticias de los gobernantes, y no nos uniéramos para oponernos a ellos e intentar alejarlos del poder, dando nuestro apoyo a los que respeten la Libertad y los Derechos de los hijos de Dios. Y esto no se hace sólo rezando, sino también “con el mazo dando”; es decir, hablando, predicando, y…votando a quien lleve en su programa el servicio al Reino de Cristo, para que en la Tierra se haga “como en el Cielo”.

Lo mismo que al orar decimos “Señor, danos Sacerdotes santos”, hemos de pedir también políticos santos, o al menos que lo intentan; y ser comprensivos con los unos y con los otros.

  • Por ej.; León XIII, Inmortale Dei, n.3

Alejandro Jiménez Alonso

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